lunes, 30 de marzo de 2009

Reflexiones (sesgadas) sobre Convergencia

Luego de una intensa semana de trabajo, el viernes en la noche, en compañía del buen Chino Cristian, me enrumbé a la ciudad de Arequipa. “12, 14 horas no más demora en llegar” nos dijeron al salir del Terminal de “ExcluCiva” en Javier Prado. Fueron casi 16 horas, aunque felizmente reposamos en asientos-cama (de verdad 180 grados). Lamentablemente solo estuve dos días en esta hermosa ciudad, luego de los cuales puse en duda por primera vez que mi ciudad preferida del mundo era Cuzco. El Chino y yo “invertimos” en el bus casi 50% del total de horas que pasamos en Arequipa por una invitación: participar en la 1ra Jornada de Integración Nacional del Grupo Convergencia “Convergiendo entre lideres”.

Es evidente que por el cariño y la pasión que siento fruto del tiempo que le dediqué, estoy tremendamente sesgado en mis reflexiones y sentimientos hacia Convergencia. Es una sincera confesión. Aunque, ello no imposibilita compartir con ustedes unas líneas sobre el desarrollo, expansión y perspectivas de este Grupo, una ilusión que algunos inocentes y soñadores universitarios peruanos tuvimos allá por el año 2002.

Desarrollo. Hace más de 7 años, Convergencia comenzó editando una revista universitaria. Hoy es un Grupo que fomenta nuevos espacios de comunicación y discusión. En los últimos meses, los convergentes han organizado foros en universidades y en el Congreso de la Republica, han publicado blogs y boletines virtuales (“Sociedad y Análisis: 100% pluma universitaria”), han dado paso a nuevos liderazgos en el Grupo y se han reorganizado con nuevas áreas: por ejemplo, gestión de descentralización y gestión de liderazgo. Ahora están co-organizando, junto a AIESEC, el CADE Universitario 2009.

Expansión. En los salones del Colegio Lord Byron donde se llevó a cabo los 3 días de jornada asistieron cerca de 40 jóvenes peruanos de universidades e institutos nacionales y privados de Cusco, Arequipa y Lima, las tres sedes del Grupo Convergencia. En sus conversaciones, ya hablaban de las próximas sedes de Moquegua, Tacna y San Martín. La comunidad convergente, entre miembros activos y aquellos que alguna vez pasaron por esa valiosa experiencia, debe ya llegar a los 400 peruanos de cerca de 30 centros de estudios distintos y 25 carreras diferentes. Este enfoque plural es especial. Cuando estuve en Cusco con el increíble equipo humano de Convergencia y preguntaba porque sacrificaban horas y nuevos soles por esta iniciativa, podría resumir la respuesta así: “Primero pensaba que eran tonterías, que solo me quitaba tiempo. Pero me di cuenta que era una propuesta que nunca se había dado en Cusco: que estudiantes de la Abad (publica) y de la Andina (privada) de diferentes carreras, se sentaran, dialogaran y pensaran juntos en un Cusco y Perú mejor”. El sentimiento de ellos hacia Convergencia me desbordó. Muchos hablaban que “amaban” Convergencia.

Perspectivas. Los miembros de Convergencia me invitaron dar unas palabras en su jornada. Centré mi exposición en 5 ideas sobre el futuro inmediato. Uno, adelantarse a la transición social que el mundo esta experimentando fruto del cambio tecnológico. Dos, diariamente preservar la esencia y estimular el progreso como claves para la perdurabilidad institucional. Tres, como organización sin fines de lucro, enfocarse en desarrollar redes hacia fuera: involucrar voluntarios, trabajar con empresas, colaborar con fundaciones amigas y recomendar al gobierno. Cuatro, desarrollar espacios comunes entre los miembros para generar una actitud diaria basada en la confianza. Cinco, ejercer y compartir el liderazgo como un arte de adaptación. Y una “yapa”, no olvidarnos nunca de lo que realmente es importante: el 40% de peruanos que vive en pobreza, el 85% de los jóvenes que no confía en los demás, el 40% que no esta satisfecho con su vida, las 2/3 partes que quiere migrar. El reto de “ser la voz de los jóvenes del Perú” en un país de escasa cultura democrática y de un alto nivel de fragmentación social sigue mas vigente que nunca.

El Grupo Convergencia en su muy corta vida en términos históricos -aunque larga en términos comparativos a organizaciones de la sociedad civil- ha tenido muchos aciertos. Desde su fundación, sin embargo, ha tenido fallas y ha tomado malas decisiones debido sobre todo a la falta de experiencia. Sin embargo, esto es precisamente lo valioso: el proceso de aprendizaje que los jóvenes experimentan al organizar y liderar una organización. Remarcando nuevamente mi sesgo, creo que el Grupo Convergencia es una alternativa, entre otras varias, de cómo hacer las cosas bien en el Perú de manera diferente. Liderazgos y desarrollo desde las bases en vez de un líder todo-poderoso desde las altas esferas del poder. Dialogo y confianza entre posturas distintas en vez de violencia e insultos ante la discrepancia. Procesos descentralizados dinámicos en vez de ordenes centralistas de Lima hacia las provincias. Ser convergente es una linda excusa para comenzar a construir un Perú mejor.

viernes, 20 de marzo de 2009

Claro pe, Obvio po: Peru(chos) - Chile(nos)

Estoy sentado frente a una ventana mirando como va despertando el soleado y ordenado Santiago de Chile, mientras trato de afinar las ideas de este post. Después de algo más de 3 horas de vuelo vía TACA, el largilucho de Tomas me recibió en el aeropuerto con una cordial sonrisa. Nos dimos un abrazo como esos de amigos del cole. Sin embargo, era la primera vez que nos veíamos. Como a las 3 de la madrugada llegamos a su departamento en el barrio Las Condes, en la zona oriental de Santiago. Con arte magistral, y a pesar de ser padre primerizo, Tomas arrullaba a Ana, su guagua de 6 semanas que se había levantado, quizás por mi presencia para ella sorpresiva, mientras me pasaba un colchón, un sleeping y una almohada. Había que descansar. Al día siguiente teníamos reuniones todo el día. Y es que la razón de mi visita era aprender de las lecciones de la fundación chilena enfocada en temas educativos, la cual Tomas lidera con éxito, para el pronto lanzamiento de su símil en Perú. Este vínculo profesional explica en parte su hospitalidad, aunque con seguridad, la razón más importante, es un vínculo más fuerte: “la voluntad de Dios” decíamos.

El estar en Santiago, sintiendo el cariño y el desprendimiento de una familia chilena que solo conocía por un par de cruce de mails semanas atrás, me hizo reflexionar sobre la poco armoniosa y más bien compleja y cíclicamente tensa relación bilateral Perú - Chile. La demanda peruana ante la Corte de la Haya generó algunos ceños fruncidos en el vecino sureño. Y TLC, en forma y fondo, produjo controversia en cierto sector de la opinión pública y en algunos liderazgos políticos peruanos. Entre “hinchas acérrimos” y “críticos ácidos” de un lado y del otro, el debate sucede en el mundo de lo formal, de lo legal, de lo técnico: “La jurisdicción po”, “El beneficio neto pe”. “Obvio po”, “Claro pe”. Pero el verdadero debate se da en otra esfera. Rasqueteando la superficie, ahí en lo mas profundo de las posiciones, son los sentimientos a veces apasionados y los pensamientos en parte inconcientes los que se están moviendo dentro de un mundo mas bien de lo evocativo, de lo relacional, de lo emocional.

“Debemos construir una relación basada en la confianza”. Con esa frase inicial de su charla, allí con mis veintitantos compañeros del programa de liderazgo en Georgetown hace ya 2 años, el General Cheyre, quien reemplazó a Pinochet como Jefe del Ejército a fines de los noventa, lograba interesarme en sus teorías e ideales. Ante un audaz y algo atrevido planteamiento en clase de una situación real que se había dado entre Perú y Chile (la vehemencia e idealismo juvenil lo justificaba), que conllevó a un algo acalorado aunque valioso debate, me di cuenta de algo: la figura institucional es muchas veces distinta a los ideales personales. De alguna manera lo entiendo. Mi familia, los Ugarte Vernal, era una de las 20 dueñas de las salitreras en el sur del Perú. Si, esas que fueron en parte la manzana de la discordia que generó la Guerra del Pacifico. Al comenzar el conflicto, Alfonso Ugarte Vernal, quien personifica el accionar de mi familia, decide no partir (fugar) a Europa como algunos de sus jóvenes amigos, y mas bien decide poner su fortuna al servicio del país: arma y lidera una batallón. Lo del morro es solo una anécdota. Terminada la guerra, mi familia no tuvo más que irse al Callao. Se imaginaran lo complicado de los pensamientos y sentimientos de mi familia ante la figura institucional de Chile: su bandera, sus lemas, sus políticos, su ejército. Aunque vivían en una paradoja fruto de sus relaciones e ideales personales. Basta ver las cartas entre Grau y la esposa de Pratt. Basta recordar la relación de Ugarte con sus amigos de la Universidad de Valparaíso.

¿Será un imposible imaginar que peruanos y chilenos de a pie nos conozcamos, nos respetemos y trabajen juntos por un futuro donde no colisionen el válido deseo de cada uno de ver progreso en su cancha y a la vez configurar una visión compartida? Si el rencor y la tensión surgieron de abusos y violencia con armas portadas por humanos bajo la institución militar y política, la reconciliación, una más allá de lo racional de un acuerdo y lo legal de una demanda, tendrá que ser por gestos simbólicos y relaciones amicales efectuadas por humanos bajo su convicción cívica y moral. Gracias al avance tecnológico -con pasajes 2 por 1 vía LAN, con la conexión virtual directa gracias a skype y faceboook, con llamadas cada vez mas baratas- los jóvenes peruanos y chilenos cuando escuchan “Perú” o “Chile”, ya no les evoca fotos lejanas de presidentes, militares o héroes del bando contrario, sino mas bien recuerdos frescos y cercanos de caras amigas. Pequeños encuentros multiplicados como el mío con Tomas. Algún día la masa crítica será tal, que los ideales de esos muchos estarán muy por encima de figuras institucionales basadas únicamente en el poder geopolítico y la competencia económica.

lunes, 9 de marzo de 2009

Concepcion(es) de bienestar

Uno de los edificios más emblemáticos de Washington D.C. es el imponente local del Banco Mundial, ahí entre las calles 18 y H. Cuando caminaba por ahí a veces me parecía un gigante elefante blanco y otras un funcional avión plateado. Hace más de 60 años, en el periodo post Segunda Guerra Mundial, este fue creado con el objetivo de corto plazo de ayudar a las naciones europeas en su reconstrucción. Con el tiempo, el Grupo fue ampliando sus funciones y hoy tiene como propósito declarado el de reducir la pobreza. Sin lugar a dudas, el avance ha sido significativo: en la actualidad, alrededor del 20% de la población mundial es calificada como pobre, considerablemente inferior al nivel de 55% correspondiente al año 1950. La pobreza mundial ha disminuido más durante los últimos 50 años que durante los 500 años que le precedieron.

La medición cuantitativa de la pobreza se basa estrictamente en términos económicos: vivir con menos de $2 dólares al día. Si bien la definición de una meta con un indicador específico, cuantificable, factible y pertinente es necesario, también es una que resulta acotada, insuficiente y hasta una que puede distraernos de lo realmente importante.

El economista del LSE, Richard Layard, en su libro “Happiness: Lessons from a New Science”, sostiene que debemos repensar qué constituye “progreso”. Para forjar un mundo mejor, el progreso debe basarse más en el desarrollo de la felicidad que en el desarrollo del ingreso. En un estudio comparado de 50 países, la variación en la felicidad es explicada en un 80% por seis factores: ratio de divorcios, nivel de confianza, tasa de desempleo, membresía a organizaciones no religiosas, calidad del gobierno y porcentaje de creencia en Dios.

Esa concepción holistica de bienestar tiene su símil en el mundo andino y amazónico. En una conversación con jóvenes puneños del pueblo de Pucara y alrededores hace unos días, les pregunte ¿Qué les hace feliz? Las respuestas fueron reveladoras: “Conversar con mi comunidad sobre como afirmar nuestra cultura”, “Hacer más la chacra, viviendo bien con mi comunidad y la naturaleza”, “Jugando y conversando cariñosamente con los abuelos, con mis amigos”, “Estudiando para recomponer las capacidades tradicionales y modernas”. En aymará o quechua la palabra bienestar no tiene un análogo exacto. Suma sarnaqaña, suma jakaña o k’uchi jakaña utjayasiña (vivir bien a gusto y criando la vida con alegría en aymará) o allin kawsay, misk’i kawsay (buen vivir, dulce vivir en quechua) son nociones propias de una cosmovisión distinta (no mejor, no peor, tan solo distinta) a la occidental. En la fiesta de carnavales de la comunidad Tuni Grande, seguramente catalogada como pobre o pobre extrema en los informes del MEF, no tuve que pagar ninguna entrada para disfrutar de una abundante y hasta nutritiva comida, de escuchar un concierto de melodiosas y alegres tonadas andinas y de tener acceso a un dispensador casi infinito de la sagrada hoja de coca y de “traguito”. La riqueza en Tuni Grande no era la acumulación de bienes materiales sino la abundancia y entrega de cariño en el seno de la comunidad.

En los debates técnicos y políticos siempre se discute sobre EL modelo económico o EL modelo de desarrollo. Al menos hasta dilucidar mejor sobre estas confusas y complejas concepciones de bienestar, y siendo el Perú una de las sociedades más diversa del mundo quizás debamos comenzar a hablar de UNOS modelos de bienestar. Unos modelos que reflejen lo que a cada peruano lo haga feliz ya sea su relación con los Apus, su fin de semana en la playa o los dólares en su cuenta corriente.